8.11.12

El Malecón














































El Malecón de La Habana es un lugar de una energía casi mágica un sitio de esos que se te quedan grabados en la memoria y que, de alguna manera, se convierten en un símbolo de la experiencia de un viaje o una ciudad.

Yo recorría a menudo gran parte de sus 8 kilómetros con la bici de origen chino que me prestaron, llenándome de olor a mar, contemplando a los pescadores atentos a sus cañas, los bañistas saltando entre las rocas, las jineteras al acecho, los músicos, los borrachos, los perdidos y los desocupados… Había que llevar cuidado, un repentino y fuerte bufido del mar solía preceder a una ola especialmente furiosa, que hacía saltar la espuma salada por encima de nuestras cabezas, dejándote empapado en pocos segundos.

Al otro lado de la carretera, la ciudad se iba curvando siguiendo la línea de la costa. Una ciudad al borde del colapso, edificios corroídos por el salitre y el tiempo, a veces sostenidos por improvisados andamios de madera, otras veces sostenidos por... puro milagro. La ciudad vieja entera parece apunto de desmoronarse cuando paseas por sus callejuelas y te asomas a sus patios. La decrépita belleza de la capital cubana es estremecedora.

1 comentario:

Armando dijo...

Y es el lugar donde íbamos a buscar el fresco cuando los apagones nos cortaban el aliento de los ventiladores. A respirar y soñar con el mundo de ahií fuera. Era verdad que había tierra más allá del agua?